En el preámbulo de la LOMCE,
se habla de que la «Unión Europea fija el fomento del plurilingüístmo como un
objetivo irrenunciable para la construcción de un proyecto europeo». Sin
embargo, uno de los déficits del sistema educativo español es la falta de
preparación en cuanto a lenguas extranjeras se refiere y, más concretamente, el
inglés. Resulta llamativo que los españoles sepan tan poco inglés cuando es
segunda lengua obligatoria desde muy temprana edad y se estudia, por tanto,
durante una gran cantidad de años.
Las distintas instituciones que se dedican
a la enseñanza de lenguas suelen establecer cuál es el número de horas
necesarias para pasar de un nivel a otro. Es una de las formas que tienen para
que los estudiantes accedan a sus cursos: comprueban el número de horas de
clase del idioma a las que han asistido y en función de eso, los colocan en un
nivel.
Si este sistema funcionase, los
estudiantes españoles deberían tener un nivel alto de. Por lo tanto, como
docentes cabe preguntarnos si realmente el número de horas es suficiente para
aumentar el nivel de lengua. Quizás las preguntas deberían ir enfocadas de otra
forma: ¿por qué las horas de clase de inglés que reciben estos alumnos no
sirven para alcanzar los objetivos de cada nivel? ¿Qué deberíamos hacer al
respecto? ¿Cómo se podrían aprovechar mejor estas horas de docencia dentro y fuera del aula?
¿Quién querría asistir a una clase de
idioma como esta? ¿A quién le puede gustar repetir lo que dice el profesor?
¿Quién no preferiría aprender a formar sus propias frases y seguir sus
conversaciones, hablando de los temas que le resultan realmente de interés?
Aunque este sea un ejemplo muy exagerado, tristemente este tipo de enseñanza
sigue predominando todavía en nuestras aulas. Por ello, necesitamos un cambio
urgente en la metodología que, afortunadamente, se está empezando a producir.
Es necesario dejar atrás métodos
tradicionales constructivistas, que lo único que consiguen es que nuestros alumnos
tengan un control relativamente bueno de la gramática inglesa, de los nombres de los
tiempos verbales, de la lista de verbos irregulares… pero no sean capaces de
mantener una conversación básica con un nativo de inglés.
En mi opinión, como estudiante de lenguas
extranjeras, la mejor forma de aprender realmente un idioma es pasar por un
proceso de inmersión lingüística y verse en la necesidad de utilizar la lengua
para comunicarse o para integrarse en la cultura y vida de otro país. Así pues, no es descabellado pensar que si se traslada esto
al aula, los resultados serán más positivos y los avances mayores. Por lo
tanto, como docentes de segundas lenguas en el sistema educativo español,
debemos utilizar todos los recursos que estén en nuestra mano para conseguir
que los estudiantes vean la utilidad de aprender idiomas. Lo ideal es que sean
capaces de conectar lo que se hace y aprende en el aula con lo que les espera
en la vida real.
Es decir, tenemos que conseguir que
nuestros alumnos hablen en clase, que usen la lengua porque la necesiten y no
porque estén aprendiendo una estructura gramatical determinada o el profesor
les mande escribir una redacción sobre algo que no les interese en absoluto. Y
es que no sirve enseñar si los alumnos solo memorizan, deben aprender por medio de actividades realistas o bien prácticas o bien de cultura, ciencia, clima
etcétera.
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